Acabamos de inaugurar la celebración del 300 aniversario de la muerte de San Juan Bautista de La Salle, el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, institución a la que pertenece nuestro colegio. A pesar del tiempo transcurrido la herencia de Juan Bautista llega a nosotros con toda su fuerza original y nos toca ahora a nosotros renovarla con fidelidad creativa.
Son muchas e importantes las aportaciones del santo a la educación y todas ellas forman parte de nuestra tradición lasaliana y a ellas les debemos nuestra propia identidad como educadores.
San Juan Bautista de La Salle recogió en sus múltiples obras los principios pedagógicos y pastorales que junto a los primeros hermanos experimentó en las escuelas. Hoy, de todas ellas queremos retomar una, que como padres/madres nos puede ser de utilidad a la hora de enfocar nuestra misión de educadores.
Se trata de “Las 12 virtudes del buen maestro”, obra en la que san Juan Bautista de La Salle define y reflexiona sobre las virtudes que un buen educador ha de tener en el ejercicio de su función. Se trata de un obra escrita en 1785 y por lo tanto el vocabulario que utiliza, los ejemplos que pone… son de esa época. Sin embargo creemos que una actualización al contexto de hoy nos puede ayudar.
Las 12 virtudes a las que nuestro fundador se refiere son: la gravedad, el silencio, la humildad, la prudencia, la sabiduría, la paciencia, la mesura, la mansedumbre, el celo, la vigilancia, la piedad y la generosidad.
En este artículo pretendemos agrupar en parejas estar virtudes e intentar adaptarlas a la situación actual de tal manera que nos ofrezcan pistas sobre cómo mejorar nuestra labor de padres y madres.
PACIENCIA Y GENEROSIDAD: puede parecer que ser padres y madres supone repetir de forma constante, día tras día, un conjunto de normas y acciones que queremos que nuestros hijos aprendan. Podemos incluso creer que la insistencia constante hará que al final se porten bien, hagan caso, actúen como queremos. Así llega un momento en el que podemos llegar al desánimo, a creer que no sirve de nada decirles las cosas. ¿Y entonces? ¿Se lo decimos? ¿Insistimos?
Tal vez la pregunta va más allá: ¿Por qué les decimos las cosas? ¿Qué queremos que aprendan? Porque ser padres y madres no quiere decir repetir las cosas mil veces, quiere decir educar, querer, trabajar por hacer de nuestros hijos mejores personas, mejores cristianos. Y ahí no hay descanso: el día a día, el esfuerzo continuo por educarlos en valores, porque aprendan unas normas, supone paciencia y generosidad. Porque nuestra dedicación a ellos es por amor.
Por eso, no nos cansemos, no nos desanimemos, no perdamos de vista el motivo de nuestro esfuerzo, el amor hacia ellos; ni el fin, educarlos para la vida. Así seguro que nuestro esfuerzo dará fruto, pronto o tarde, en el proceso madurativo de nuestros hijos. Porque ser padres es una aventura desinteresada, paciente y generosa.
PRUDENCIA Y MESURA: Consiste en pensar siempre antes de actuar, para así interpretar correctamente la situación y tomar la decisión oportuna de tal manera que ésta la mejore, intentando ser moderados y discretos en nuestras actuaciones. En nuestra labor de madres/padres es fácil en ocasiones perder los nervios y dejarnos llevar por el caos que generan ciertas situaciones. En esos momentos una mala intervención o una reacción desproporcionada puede resultar contraproducente. Por lo que tomar las decisiones con “Prudencia” y actuar con “Mesura” es de vital importancia. Para ello tenemos que entrenar nuestra capacidad de análisis, de reflexión y de contención.
CELO Y VIGILANCIA: El “Celo” es una de las virtudes de servicio más puramente lasalianas. Reside en la motivación, en la pasión para continuar con una labor en todo momento. Es la fuerza y tenacidad para seguir adelante sobre todo cuando los problemas surgen y nosotros, como padres, somos fundamentales en su modelado. Con nuestra presencia “vigilante”, acompañamos a nuestros hijos cuando aún no pueden ir solos por el camino y seguimos actuando como ángeles custodios al ir tomando ellos mismos sus propias decisiones a lo largo de su vida. La clave es llegar al equilibrio de estar presentes y disponibles, y a medida que crezcan, estar dispuestos a respetar sus acciones y motivarles para mejorar e incluso volver a empezar.
HUMILDAD Y MANSEDUMBRE: La “Humildad”, basada en principios cristianos, consiste en abstenerse de exigir o tolerar que se nos preste un servicio que uno mismo puede realizar. Reconocer el error como fuente de aprendizaje, trabajar el espíritu crítico y la autocrítica, nos ayuda a aceptar nuestras limitaciones pero sin derrotismo, buscando siempre una salida a la adversidad. Nuestra tarea educativa como padres y madres “mansos”, reside en inspirar bondad, amor, clemencia, ternura, sin olvidar ser firmes y constantes ya que somos los principales referentes de nuestros hijos. En el caso de tener que sancionar o reprender alguna acción, que ésta se fundamente en la reflexión, en la responsabilidad, en asumir las consecuencias de sus/nuestros actos, y que inspire remordimiento, reparación del daño causado, nunca temor. Esta “Mansedumbre” y “Humildad” a las que alude San Juan Bautista son el soporte del buen cristiano que siente el Amor del Padre en todos sus actos.
GRAVEDAD Y SILENCIO: Como padres y madres es importante actuar de forma natural y serena con nuestros hijos. Mantener un tono moderado al hablar con ellos, escucharlos con atención cuando nos cuentas sus cosas, no interrumpirlos a pesar de no gustarnos lo que nos están confiando, hace que nos ganemos su confianza y aprecio. Nuestros hijos necesitan sentir nuestro amor y confianza, pero también ser conscientes de las normas y límites, sentir nuestra firmeza. Estas dos virtudes nos invitan a la reflexión y al control de nuestras emociones y sentimientos pensando en lo que nuestros hijos necesitan o requieren a nivel educativo. Supone buscar dentro de nosotros paz para encontrar equilibrio. Nuestros hijos aprenden más de lo que somos y ven en nosotros, de nuestras actitudes, que de lo que les decimos. Somos el espejo en el que ellos, aunque no lo creamos, se miran y aprenden.
SABIDURÍA Y PIEDAD: Este par de virtudes parece que nos lo ponen más difícil todavía, sin embargo nos pueden ser de gran ayuda. Ambas se refieren al sentido más profundo de nuestra labor. ¿Para qué educamos? ¿Qué es lo que queremos conseguir? son preguntas de fondo que nos tenemos que hacer. La clave de la educación está en tener claros los objetivos que perseguimos y de buscar los principios que mejor nos ayuden a alcanzarlos, siendo después coherentes con los mismos. La lectura, la formación, la reflexión, el diálogo.. son herramientas que nos ayudan, en esto consiste la “Sabiduría” de la que habla San Juan Bautista. Los que somos creyentes añadimos la “Piedad” porque encontramos en la oración un buen método para encontrar sentido a nuestra misión.
Ojalá esta sencilla actualización de la obra de San Juan Bautista nos sirva para renovar nuestra ilusión en esta difícil pero apasionante misión de ser madres y padres.
PARA CONOCER MÁS
Las doce virtudes del buen maestro según San Juan Bautista de La Salle. Explicación por el Hno Agatón, Superior General, F.S.C. París 1785.
Camina en mi presencia. (Charles Lapierre) Ediciones San Pío X. Madrid 2009
Un educador ante los desafíos de su tiempo. (Yves Poutet y Jean Pungier) Ediciones CVS. Valladolid 2002
Caminando Juntos. La vida San Juan Bautista de La Salle bajo la mirada del Hermano Jean Jacquot. (Coord Hno Diego Muñoz) Roma 2018 Para descargar
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